miércoles, 14 de octubre de 2009

Estética y Moral: dos caras de la misma moneda

Trabajo presentado el día 15 de octubre de 2009 en el curso Corrientes Éticas, bajo la dirección de Dra. Catalina González

En el presente texto tiene como objetivo abordar la conexión entre el ámbito moral y el estético en la filosofía humeana. Me concentraré en resaltar las similitudes, y puntos de encuentro de estos dos ámbitos. Cabe advertir desde el principio que este trabajo no es más que un planteamiento del problema, que abarca mucho más de lo aquí tratado. Una discusión más profunda del tema, en especial la transición del ámbito estético al moral y viceversa, será tema de un futuro trabajo.

En la teoría moral humeana, la virtud y el vicio se fundamenta en la manera como observamos determinados caracteres que produce placer o desagrado (displaced). Es decir, llamamos virtuoso a todo aquello que nos genera placer y vicioso a aquello que nos produce desagrado. Lo virtuoso es bueno y lo vicioso malo, y llegamos a esa conclusión gracias a nuestros sentimientos morales que nos despiertan los objetos contemplados. Si vemos que alguien se gasta el sueldo en bebidas alcohólicas, en vez de gastarlo en su familia, decimos que tal acción es censurable, es decir la tachamos como viciosa. Esto sucede porque las características de este señor nos producen repugnancia, desagrado, rechazamos claramente este tipo de acciones. En cambio, si éste fuese todo lo contrario, un hombre trabajador que se preocupa por el bienestar de su hogar, que no se gasta el sueldo en su propio entretenimiento con sus amigos, entonces diríamos que es una persona virtuosa, puesto que sentimos aprobación por aquellos actos honorables, sentimos admiración y placer al saber que hay personas como él.

Ahora bien, la moral y la estética tienen varias cosas en común para Hume. En un pie de página, éste nos dice: “hay un nutrido conjunto de pasiones y sentimiento, de los cuales los seres racionales pensantes son, por la original constitución de la naturaleza, los únicos objetos apropiados”[1]. Claramente se dice que la naturaleza del ser humano es ser un conjunto de pasiones y sentimientos. Pero, al basarse la aprobación moral en el placer, estos sentimientos morales deben tener algo bello, para que los seres humanos sientan un placer al seguir la moral. Al respecto se puede decir: “Debe, pues, admitirse que las virtudes sociales tienen una belleza y un atractivo naturales que desde un principio, (…) las hace recomendables en la estimación de la humanidad —aunque ésta no haya sido aún educada— y se apodera de sus afectos[2]. Con esta afirmación podemos entrar en el terreno propio de la estética. Se dice que una obra de arte es bella porque despierta en nosotros un sentimiento de placer igual que lo virtuoso. Hay ciertas características en una obra de arte que nos despiertan placer, al igual que pasa con la virtud.

Otra de relación entre moral y estética es la esfera del gusto. En primer lugar debemos decir que esta es la base de la experiencia tanto moral como estética. Pero más importante aún da el sentimiento de belleza y deformidad, de vicio y de virtud. Ésta es todo lo contrario a la esfera de la razón, que está a la base del conocimiento del mundo, es decir de la verdad y la falsedad, nos enseña los medios para alcanzar nuestros fines, pero que no es motivo de acción. En cambio, la esfera del gusto nos da placer y dolor y se convierte en el motor de nuestra acción. Ahora bien, de lo anterior se puede deducir que tanto el sentimiento moral como el sentimiento estético provienen del gusto. Sí retornamos al ejemplo planteado anteriormente podemos decir que: la esposa de este señor, se sentirá a gusto porque su marido sea una persona responsable, una persona de bien. La madre y el padre de éste se sentirán orgullosos por criar a una persona digna de ejemplo. De igual manera, todos aquellos que lo rodean dirán que él es una persona virtuosa. Pero eso no quiere decir que este señor sea virtuoso puesto que “el acto tenga aquellas características y consecuencias observables es un hecho; que sea vicioso es algo muy distinto”[3]. Es decir que, la virtud es el sentimiento que genera las características que posee una acción o persona. La virtud entonces no está en los objetos sino en nuestros sentimientos. En los juicios estéticos, cuando observamos una cierta obra de arte, y la analizamos, luego de un rato podremos decir si es bella o, por el contrario fea. Pero ¿por qué llegamos a esa conclusión? Decimos que algo es bello porque nos produce placer. Es decir lo bello es placentero. Y si no sentimos nada, es decir no nos genera placer, lo catalogamos como no arte. Pero “es verdad que la belleza y la deformidad no son cualidades de los objetos más de lo que puedan serlo lo dulce y lo amargo, sino que pertenecen enteramente al sentimiento, interno o externo, debe admitirse que hay ciertas cualidades de los objetos que por naturaleza son apropiadas para producir estos sentimientos particulares”[4]. En pocas palabras, la belleza no está en los objetos mismos, sino en los sentimientos que nos generan. Entonces podemos decir que los juicios estéticos y morales se producen de la misma manera. Pero aquí también encontramos una diferencia crucial entre lo moral y lo estético. Si bien decimos que un cierto objeto no es arte porque no despierta en nosotros un placer, en el caso de la moral debemos decir que una cosa u objeto es vicioso porque nos despierta desagrado.

La consecuencia de lo anterior se refleja muy bien en un pie de página de la Investigación: “Una pequeñísima variación del objeto, incluso allí donde las mismas cualidades son preservadas, destruiría un sentimiento.”[5] Hume nos dice en pocas palabras, que si le quitamos, por ejemplo, el vicio de gastarse el sueldo en alcohol a una persona, nuestro sentimiento de repulsión habrá desaparecido, convirtiéndose así en una persona virtuosa. Es decir, cualquier alteración que sufra el objeto o la acción, va a cambiar nuestros sentimientos. A primera vista se podría afirmar que las características del objeto o acción tienen una estrecha relación con el juicio moral y estético. Pero no se debe asegurar que el juicio moral o estético se origina en estas propiedades del sujeto. Esto es más claro con los ejemplos que nos propone Hume: “Euclides expuso exhaustivamente todas las cualidades del círculo: pero en ninguna proposición dijo una sola palabra acerca de su belleza. La razón de esto es evidente: la belleza no es una cualidad del circulo.” [6] Lo que asegura Hume es que tanto el sentimiento moral como el sentimiento estético, no reside en las características de los objetos, sino es el efecto que dicho objeto produce en nuestra mente, cuya constitución hace que sea susceptible a estos sentimientos.

Otra semejanza entre la moral y la estética es el papel que desempeña la razón. En el TNH, Hume asegura que la razón consiste en el descubrimiento de la verdad y la falsedad. La verdad y la falsedad, a su vez, son un acuerdo o desacuerdo con relaciones reales de ideas, o con la existencia de hechos reales. En suma, todo lo que no esté de acuerdo o en desacuerdo es incapaz de ser verdadero o falso, y en ningún momento puede ser un objeto de la razón. Pero nuestras pasiones y voliciones no pueden llegar a ese acuerdo o desacuerdo, por consiguiente no pueden ser verdaderos o falsos conforme el juicio de la razón. Por este motivo, asegura Hume, la razón no puede influenciar nuestras acciones. Pero “la razón puede tener influencia sobre nuestra conducta, únicamente de dos maneras: excitando una pasión al informarnos de la existencia de algo que resulta un objeto adecuado para aquella, o descubriendo la conexión de causas y efectos, de modo que nos proporcione los medios de ejercer una pasión.”[7] Tanto en lo moral como en lo estético, la razón no tiene el papel principal, tan sólo nos da claridad del objeto, nos determina las características, sean morales o estéticas, del objeto de contemplación. La razón nos puede aclarar y dar un fundamento a nuestros sentimientos morales. Al momento de conocer y descubrir las circunstancias por las cuales la acción, objeto o persona de contemplación tienen ciertas características y no otras, puede que intensifique el sentimiento que nos produce. Por ejemplo, si sabemos que el padre de cierta persona era un vicioso, que jamás tuvo una educación apropiada, podría fundamentar nuestro sentimiento de repulsión hacia esa persona. Pero cabe resaltar que el juicio moral y estético no está, en primer lugar, dado por la razón. Cuando analizamos las circunstancias dadas ya sentimos repulsión o placer por el acto mismo, es decir, que la función de la razón se da en un segundo plano.

He tratado de mostrar las relaciones entre dos temas que, a la larga, son caras diferentes de la misma moneda. Para finalizar quisiera hacer algunas especificaciones. La filosofía práctica de Hume está estrechamente relacionada, dejando a un lado el escepticismo de su filosofía teórica. Al existir dichas relaciones se puede concluir que el cabe la posibilidad de pasar de un sentimiento moral a un sentimiento estético. Haciendo la salvedad que el sentimiento moral, ante el estético, simple tendrá primacía para Hume



[1] HUME, David. Investigación sobre los principios de la Moral. España: Alianza Editorial, 2006. p.89

[2] Ibíd.p.91

[3] STROUD, Berry. Hume. Universidad Autónoma de México; México 1995. p.249

[4] HUME, David. La norma del gusto. Op.cit. p.34

[5] HUME. Investigación sobre los Principios de la Moral. Opus. Cit. Pág. 89.

[6] Ibíd. Pág.189

[7] HUME, David. Tratado de la naturaleza humana. Cuarta edición. Madrid: Tecnos, 2005. p.620

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