domingo, 27 de septiembre de 2009

Introducción a la distorción del yo borgiano

Desde hace bastante tiempo, académicos, psicólogos y filósofos han discutido sobre el Yo; su alcance, su importancia y sus propiedades, son los debates de aquellas personas que han discernido sobre la naturaleza del Yo. Si nos trasladamos a la modernidad temprana, encontraremos que René Descartes (1596-1650) fue la primera persona que trató de comprobar, racionalmente, que el Yo existe, y más aún, que éste es importante en lo que se refiere a la vida de los seres humanos. En sus Meditaciones Metafísicas (1641), Descartes llega a la conclusión que el Yo es una substancia pensante. Dicha substancia es lo que se denomina alma, nuestra parte inmaterial. El predecesor de Descartes, David Hume (1711-1776) publicó en 1751 su gran obra titulada Investigación sobre el Entendimiento Humano, donde sostenía que es imposible afirmar la existencia del Yo, puesto que para tener una idea real del Yo es necesario, para este filósofo, tener una intuición de ese Yo que provengan de nuestros sentidos. Claro es, para el lector, que ninguno de nosotros puede tener una impresión directa de ese Yo que suponemos existe. Este es el argumento por el cual se basa Hume para sostener su tesis. Lo más curioso del asunto es que Hume al final de su gran obra, asegura que el Yo debe existir de alguna forma, sin importar que tengamos ciertas impresiones de él. Para seguir con esta línea de investigación del Yo, podemos muy rápidamente hacer referencia a Immanuel Kant (1724-1840), quien en su Crítica a la Razón Pura (1781) asegura que el Yo debe existir para que los seres humanos podamos conocer los objetos del mundo. La teoría kantiana del Yo nos dice que todas nuestras percepciones deben ser organizadas en el Yo. De igual forma debe haber una conciencia de las percepciones y una autoconciencia del Yo siendo afectado por éstas que se originan en los sentidos. Para el idealismo alemán, no solo hay que distinguir el Yo, sino lo que no hace parte de él. Ficthe (1762-1814), por ejemplo, distinguió entre el Yo sujeto y el no-Yo objeto. Hegel (1770-1831) revoluciona el concepto de yo, afirmando en La Fenomenología del Espíritu que el yo es nosotros y el nosotros es yo. Para Hegel la construcción del yo se da en sociedad, es decir, en relación con otros seres humanos, acabando así la idea solipsista que nace con Descartes.

Ahora bien, esto es en lo que respecta a la filosofía. En la Psicología, por otra parte, su ejemplo más conocido del Yo es la propuesta por el psicoanálisis. Antes de Sigmund Freud (1856-1939) el Yo era uno, es decir había una unidad del Yo, o en otras palabras había solo una identidad personal. La psicología nos dice que no siempre hay un solo Yo, puede haber varios, como sucede con la personalidad múltiple. El Ello, el Yo y el Súper Yo propuesto por Freud, es la tripartición del Yo que resulta ser muy interesante. Lo que aquí vale la pena resaltar es que el Yo se divide en tres partes las cuales tienen una función particular, cuya unidad de funciones componen al psiquismo.

Pero no solo la Psicología y la Filosofía se han ocupado del Yo. También la literatura ha aportado varios aspectos al respecto de este tema. El primer autor que podemos mencionar es Goethe (1749-1832), quien, en el primer Fausto (1808), escribió: “Dos almas residen ¡ay! En mi pecho. Una de ellas pugna por separarse de la otra; la una, mediante órganos tenaces, se aferra al mundo en un rudo deleite amoroso; la otra se eleva violenta del polvo hacia las regiones de sublimes antepasados”. Goethe nos muestra que Fausto tiene dos almas que quieren independizarse. La unión de éstas sería Fausto, pero cada una separada de la otra no es más que una parte de Fausto, una cierta característica, o en algunas ocasiones como sucede en Borges, características que se exagera, se exalta pero que pertenece a Fausto. Goethe escribe que hay una pugna, lo cual retoma Freud que también va a plantear algo semejante entre las tres particiones del psiquismo antes mencionadas, para separase la una de la otra y ser totalmente independientes. Esta pugna es una característica que va a tomar el Yo a lo largo de la historia de la Literatura. Claro ejemplo de esto es el Extraño caso de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde escrita por Stevenson (1850-1894), publicada por primera vez en el año de 1886. Stevenson escribe:

Así, pues, lo exigente y rígido de mis aspiraciones, más que la extraordinaria degradación en mis faltas, me hacia ser tal como era y separó de mí, como una zanja más honda que la mayoría de los hombres, las dos regiones del bien y del mal, que separan y completan nuestra doble naturaleza.

Dr. Jeckyll representa al bien y Mr. Hyde personifica al mal. Borges no nos dará una división del Yo basada en el bien o el mal, sino, todo lo contrario, sobre el poeta y el hombre cotidiano. La idea que quiero resaltar aquí, la cual será seguida por Borges, es que las dos regiones de nuestro Yo, es decir el bien y el mal, completan nuestra naturaleza, la cual tiende a ser doble. Cabe suponer en estos momentos, puesto que no es tema del ensayo, que la unión del bien y el mal, de Jeckyll y Hyde, es lo que componen el verdadero Yo de Jeckyll. Ahora bien, uno de los grandes aportes que le ha dado la Literatura al Yo es su personificación. El Yo de filósofos y psicólogos son tan solo ideas, es solo una cosa o substancia inmaterial, pero la Literatura se encargo de darle cuerpo. Escribe Stevenson:

Así como la bondad resplandecía en el semblante de uno, la maldad estaba gravada, clara y patente, en la cara del otro. El mal, además –que aún debo suponer que es la parte mortal del hombre-, había impreso en aquel cuerpo huellas de deformidad y de ruina. Y, no obstante, al contemplar la fealdad de aquel ser en el espejo, no sentía repugnancia alguna; por el contrario, lo recibí con impulso y alegría. Aquel era también mi propio ser.

El gran misterio de Borges será que no nos dará, como es costumbre en sus personajes, una descripción física detallada de Yo y del otro-Yo. Destacaré en estos momentos, no solo la división del bien y el mal, sino que el físico del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde debe ser acorde con sus características. Esto es, en un primer momento, de suma importancia ya que en Borges las características que se muestran a lo largo de los poemas nos guiarán, en algún momento de la exposición, a una reconstrucción antropológica del Yo borgiano. Por otro lado, ya para terminar esta introducción que se ha extendido demasiado, quisiera resaltar la trasformación de ese Yo en otro. ¿Por qué se asegura que ese Yo es Otro? Porque no lo reconocemos. Me explico a través de del extraño caso de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde: como se ha hecho referencia anteriormente, Mr. Hyde es totalmente diferente, tanto en personalidad como físicamente, con respecto a Dr. Jeckyll. Es por eso que se toma a ese Yo como un tercero diferente a mí, otro que no soy yo. Si en estos momentos me veo al espejo me dirá a mi mismo que el reflejo que veo es el mío, pero si hago el mismo ejercicio antes de ir a dormir y veo que aquel reflejo tiene los ojos azules, más musculoso y el pelo alborotado diré que claramente ese que estoy viendo no soy yo. El Yo, en ciertas ocasiones, puede convertirse en otro. Pero cuando se habla de otro, puede adoptar dos sentido diferentes: (1) el otro es un tercero, diferente a mí, un ser que no reconozco y no tiene nada que ver conmigo, o (2) hay un yo que se disfraza, se oculta detrás de una máscara, pero sigo siendo yo, o una parte de mí.
Cuando hablamos del Yo hacemos referencia al problema de la identidad personal. Soy yo el que escribe estas palabras, y quien pensó, hace algunos días, el titulo de este ensayo. En la literatura, como es obvio para el lector, no siempre la identidad personal se mantiene inmutable. El autor quiere trasfigurar su Yo, para que el lector crea la historia imaginaria que ha creado una noche en medio de su solipsismo. Tomemos el ejemplo del Quijote: aquel narrador que nos cuenta las travesías del famoso Hidalgo, tiene como objetivo convencer al lector que Don Quijote y Sancho existieron hace ya 100 años. Sabemos que Cervantes escribe cada palabra del libro, pero creemos, o más bien aceptamos, que el narrador es una persona totalmente diferente a Cervantes. Esto pasa muy a menudo en la literatura. Ahora bien, debemos tener un autoconocimiento del Yo, es decir, reconocemos en el día a día. ¿Qué quiere decir esto? Cervantes sabe muy bien que no es el Quijote ni Sancho, se reconoce a sí mismo como un escritor español que está escribiendo la novela española más famosa de todos los tiempos. O en otra forma: aquel que va a una fiesta de disfraces y se disfraza de vampiro, esa noche para los demás será Drácula, pero él sabe que es él no es un vampiro, sino un simple mortal que madruga todos los días para desarrollar sus actividades cotidianas.

Al querer investigar el Yo y la autoconciencia que tenemos de ese Yo, debemos preguntarnos, por un lado sobre nuestros sentimientos, experiencias, recuerdos, nuestras características físicas e intelectuales. Y por otro lado, por lo que somos, por la clase de seres que somos. La primera clase de interrogaciones se expresan cuando preguntamos ¿qué es lo que pienso? ¿Por qué lo siento? ¿Qué hice ayer? Y la segunda clase de interrogantes se expresan cuando decimos ¿Qué soy en tanto un ser arrojado al mundo? ¿Qué soy y por qué lo soy? ¿Qué me hace ser lo que soy? Esta última clase de preguntas han sido trabajadas a cabalidad por los filósofos a lo largo de la historia. Me propongo entonces a tratar de responder estas preguntas, y otras que irán surgiendo a lo largo de la exposición, con el objetivo de analizar el Yo borgiano en varios de sus poemas y algunos de sus cuentos. Resaltaré las características del Yo propuestos por Borges, su distorsión, encontrar cuándo se divide el Yo. Expondré, a lo largo del ensayo, la conciencia y autoconciencia del Yo borgiano. Para eso he seguido la división de Cassam[1] en llamar autoconocimiento particular a la primera clase de interrogaciones, antes referidas, y autoconocimiento general a la segunda clase.

Borges, y por ende los estudiosos de este autor, asegura que hay Otro. Es decir, esta él y otro que también se va a ser presente a lo largo de los poemas y cuentos de Borges. La tesis que deseo debatir en este ensayo, que parte de todo lo anteriormente dicho, es asegurar que ese Otro no lo es en el primer sentido referido antes, sino es Otro-yo, es decir de la segunda manera. Cabe decir que Borges siempre ha escrito sobre su Otro-yo. Varios de sus poemas, muestran la relación que hay entre el Yo con su Otro-yo. No obstante, advierto al lector que el tema de la distorsión del Yo borgiano está íntimamente relacionado con el tema del sueño, es por eso que en algunas ocasiones se hará referencia a este tema.
__________________________________________
[1] CASSAM, Quassim. Self-Knowledge. Oxford, OUP. 1994

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por el comentario